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¿Qué es la Hipoacusia infantil?

La hipoacusia infantil, también conocida como sordera o deficiencia auditiva, es un problema muy poco común que afecta a entre 1 y 6 de cada 1.610 niños. Actualmente, en nuestro país esta cifra va en aumento.

La hipoacusia infantil, también conocida como sordera o deficiencia auditiva, es un problema muy poco común que afecta a entre 1 y 6 de cada 1.610 niños. Actualmente, en nuestro país esta cifra va en aumento.

 

Básicamente, se trata de un trastorno sensorial que afecta la capacidad para escuchar los sonidos, así como el desarrollo del habla, el lenguaje y la comunicación. De hecho, el 74% de los niños que presentan retraso en el lenguaje padecen hipoacusia y muchos de los pequeños con retraso psicomotor o alteraciones de la conducta también tienen una hipoacusia leve.

Alrededor del 80% de las hipoacusias infantiles se presentan en el momento del nacimiento o la etapa neonatal, aunque también pueden desarrollarse más tarde. Es lo que se conoce como hipoacusia permanente. Sin embargo, se estima que cerca del 90% de los niños padecerán en algún momento un cuadro de hipoacusia temporal como resultado de procesos gripales o debido a la acumulación de líquido detrás de la membrana timpánica. De hecho, el cuadro de hipoacusia varía de un niño a otro dependiendo de la intensidad de la pérdida auditiva, la localización de la lesión y el momento de aparición.

Causas de la hipoacusia infantil

Existen algunos factores que pueden provocar la pérdida de la audición en un niño, entre los más habituales se incluyen:

  • Antecedentes familiares de sordera neurosensorial congénita o de instauración temprana.
  • Infección por citomegalovirus, rubéola, sífilis, herpes y toxoplasmosis durante la gestación.
  • Malformaciones craneofaciales que afecten la línea facial media o las estructuras relacionadas con el oído.
  • Bajo peso al nacer.
  • Uso de medicamentos ototóxicos durante la gestación o después del nacimiento, ya sea en ciclos sucesivos o combinados.
  • Accidente hipóxico-isquémico o ventilación mecánica en el recién nacido.
  • Trastornos como el síndrome de Waardenburg, retinitis pigmentosa, intervalo Q-T prolongado, osteogénesis imperfecta o mucopolisacaridosis.
  • La presencia de otitis media aguda recidivante o crónica persistente durante más de 3 meses.

Los síntomas que desvelan una hipoacusia infantil

Los principales signos de la hipoacusia infantil son la pérdida auditiva y el retraso en el desarrollo del lenguaje. Por eso, muchos de los casos de hipoacusia se diagnostican tardíamente, solo cuando los padres se percatan de que el niño no ha comenzado a hablar mientras el resto de sus coetáneos ya lo hacen. Sin embargo, existen algunas señales tempranas que pueden indicar la presencia de una hipoacusia y que muchas veces se pasan por alto:

  • Recién nacido: No se inmuta, no abre los ojos ni mueve sus extremidades como respuesta a un ruido repentino y fuerte, como un portazo.
  • Bebé de entre 4 y 5 meses: No es capaz de reconocer la voz de los padres, ya sea sonriendo o dejando de llorar, tampoco gira la cabeza y los ojos para seguir el sonido.
  • Bebé de entre 7 y 8 meses: No gira la cabeza ni el cuerpo rápidamente ante la llamada de sus padres o ante sonidos como el timbre del teléfono, tampoco se tranquiliza cuando le hablan.
  • Bebé de entre 10 y 12 meses: No es capaz de distinguir de dónde proviene el sonido, ni puede balbucear, de hecho, es incapaz de repetir palabras de una o dos sílabas.
  • Niño entre 1 y 2 años: No reacciona ante la voz de sus padres, ni es capaz de pronunciar palabras aisladas o de formular frases sencillas.

¿Cómo diagnosticar una hipoacusia infantil?

Es conveniente que cuando el bebé nazca, los padres le hagan una prueba de audición incluso antes de salir del hospital o centro de maternidad. Normalmente se realizan dos pruebas: la prueba de emisiones otacústicas, que comprueba si las partes del oído responden adecuadamente ante el sonido, y la prueba de respuesta auditiva provocada del tronco encefálico, que valora la respuesta ante el sonido del cerebro y del tronco encefálico midiendo la actividad eléctrica.

No obstante, en sentido general, ante la sospecha de una hipoacusia infantil es preciso acudir al médico para realizar un examen completo de la función auditiva del pequeño. En este caso se realiza una exploración audiológica a través de distintos métodos que permiten detectar los cambios fisiológicos en el oído o en las vías nerviosas ante un estímulo sonoro.

Una de las pruebas más utilizadas es la audiometría tonal, con la cual se miden los reflejos naturales y de orientación. También suele aplicarse la audiometría de actuación y la audiometría lúdica para verificar la reacción del niño ante el sonido específico, así como la audiometría vocal para comprobar el grado de comprensión del lenguaje.

Además, puede aplicarse una timpanometría para registrar las variaciones de compliancia del sistema tímpano-osicular, un reflejo estapedial para medir la intensidad de la contracción del músculo estapedial o un potencial evocado auditivo del tronco cerebral para examinar la respuesta eléctrica del cerebro ante el sonido.

Una electrococleografía también puede ser útil para registrar las variaciones del potencial de acción en la cóclea y en el nervio auditivo tras la estimulación auditiva.

Tratamiento de la hipoacusia en los niños

Los expertos recomiendan un tratamiento multidisciplinar en el que intervenga el pediatra, otorrino, logopeda, psicólogo y audioprotesistas. No obstante, el tratamiento varía de un niño a otro ya que depende del tipo de hipoacusia y de la intensidad del trastorno. Por lo general, las hipoacusias transitorias o temporales suelen curarse sin dejar secuelas significativas en más del 95% de los casos y el tratamiento depende de si han sido causadas por una infección o un hongo, por lo que suelen emplearse antibióticos y mucolíticos.

En el caso de las lesiones auditivas, como las perforaciones de la membrana timpánica y las alteraciones en los huesecillos, se tratan con una microcirugía, y en el 80% de los casos los niños se recuperan bien. En cambio, los pequeños con malformaciones auditivas congénitas muchas veces necesitan reconstrucciones quirúrgicas en función de la gravedad de la malformación y en estos casos, los dispositivos implantables electromagnéticos, que actúan como vibradores óseos, tienen excelentes resultados.

Los pequeños afectados por hipoacusias con afectaciones a nivel cerebral suelen tener un pronóstico más desfavorable. En estos casos el tratamiento se centra en mejorar la comunicación mediante el empleo de audífonos que permiten amplificar el sonido que llega al oído o de implantes cocleares, una especie prótesis auditiva que se coloca quirúrgicamente y que sustituyen la función auditiva.

(Fuente: etapainfantil.com)